miércoles, 4 de mayo de 2011

Anatomia de una infidelidad, parte I


Cuando escuche a mi madre decirme: “¡Yo aguante a tu padre por Ustedes, por mis hijos!” mi respuesta fue muy clara: “Mamá a mi no me cargas ese muerto”; comprendo la fuerza de las palabras, me confieso consiente y plenamente responsable de mis actos y mis decisiones, considero que mi madre debió haber hecho lo mismo desde hace mucho tiempo.
Han pasado cuatro años aproximadamente desde esa conversación, no me atrevo a imaginar que pudo haber pensado mi madre al oírme decir eso ya que no había vuelto a mencionar el tema hasta hace poco, cuando le platiqué que una persona también mayor, me había comentado que asistía a terapia psicológica para superar las múltiples infidelidades de su marido, aclaro que ambas mujeres cuentan en su haber con más de cincuenta años de matrimonio.
He visto a mi madre sufrir de diferentes maneras, he vivido en carne propia las consecuencias de los patrones que aprendí cuando era una niña en esa casa donde mis padres dormían (desde que yo me acuerdo) en recamaras separadas, donde se vivía un caos, que ahora sé, derivaba de las llamadas telefónicas que se hacían una a otra las mujeres involucradas (léase mi madre y la otra mujer).
A mis cuarenta años he emprendido una búsqueda de conocimiento del comportamiento y naturaleza humanas, he asistido a seminarios, conferencias, foros de discusión y leído libros dignos de cualquier estudiante de especialidad o maestría en psicología, dentro de mi carrera que es la abogacía, me he interesado por documentarme en materia de legislaciones y jurisprudencias en torno al contrato matrimonial, la patria potestad y el mejor interés de los menores, la violencia intrafamiliar y el abuso infantil, tengo la firme convicción de que los niños : TIENEN DERECHO A VIVIR UNA VIDA ADULTA, SIN EL PESO DEL MATRIMONIO DECREPITO Y/O MUERTO DE LOS PROGENITORES.
Por supuesto no voy en búsqueda de un culpable, pues considero que no es mi papel, ni mi rol, mucho menos mi derecho el apuntar a uno u otro de mis padres con el índice flamígero de la acusación y de la culpa; mi única intención es aportar a mi crecimiento, mi conocimiento y de ser posible aportar con humildad al crecimiento de alguien más.
Dos hechos son innegables todos tenemos una madre y un padre (al menos progenitores)  y hemos venido a este mundo en un momento determinado de su historia de vida, ya sea dentro de un matrimonio, feliz o infeliz o fuera de él, o quizá como resultado del deseo de una mujer simplemente de convertirse en madre soltera o bien bajo otras circunstancias menos típicas y probablemente desagradables para nuestras madres y padres, pudimos haber sido hijos deseados o indeseados y estas circunstancias en especial de nuestras madres así como su estado emocional y psíquico se han impregnado en nuestro temperamento, aproximadamente desde el séptimo mes de nuestra vida intrauterina.
 Dice el Dr. Borys Cyrulnik, en su libro titulado “Los patitos feos, La resilencia: Una infancia infeliz no determina la vida”:
            “El contenido psíquico, ya sea de euforia o desesperación, se halla constituido por una representación mental que pone imágenes y palabras en el escenario interno, la felicidad de tener un hijo o su dificultad. El contexto afectivo y social es justamente el que puede atribuir un sentido a un mismo acontecimiento. Si la madre está gestando el niño de un hombre que detesta, o si el simple hecho de convertirse en madre como su propia madre evoca recuerdos insoportables, su mundo intimo será sombrío. Ahora bien, las pequeñas moléculas de su estrés atraviesan fácilmente el filtro de la placenta. El abatimiento o la agitación de la madre, su silencio o sus gritos cuajan en torno al feto un medio sensorial materialmente distinto. Lo que equivale a decir que las representaciones íntimas de la madre, provocadas por sus relaciones, ya seas éstas actuales o pasadas, sumergen al niño en un entorno sensorial de formas variables.
Cuando los estímulos biológicos  respetan los ritmos del bebé o lo inunda con las moléculas de su estrés, el niño puede aprender a aletargarse o a volverse frenético.
La historia de la madre, sus relaciones actuales o pasadas, participan de este modo en la constitución de ciertos rasgos de temperamento en el niño que va a nacer o que acaba de nacer. Antes de la primera mirada, antes del primer aliento, el recién nacido humano se ve engullido por un mundo en el que la vida sensorial tiene ya una historia. Y en ese medio deberá desarrollarse.
Desde esta perspectiva podemos describir el <<como>> del primer encuentro. Cuando un bebé viene al mundo, lo que ese bebé es en ese momento provoca un sentimiento en el mundo con historia de la madre. Su apariencia física implica un significado para ella. Y esa representación provoca una emoción que la madre expresará al niño.”
         Se comprende bastante bien, que el estado anímico y emocional de una madre infiere en el estado anímico, emocional y por supuesto físico y temperamental de sus hijos, inclusive desde antes de nacer, así que ahora adicionemos otro hecho; según la terapista familiar Annette kreuz, las relaciones extramaritales (RE) se presentan durante momentos claves dentro del circulo vital de una pareja estable, de los momentos más frecuente parece ser durante el nacimiento de los hijos. En muchos hombres la fase de gestación con los cambios corporales resulta de difícil  asimilación. A parte de situaciones de indicación médica, o del rechazo abierto de la pareja, el miedo a “herir” a la futura madre o al bebé implica muchas veces una disminución más o menos consistente de las relaciones sexuales. La vivencia anticipatoria de un posible distanciamiento afectivo de la mujer a causa de su implicación con el futuro hijo pude constituir el desencadenante de una relación extramatrimonial, al igual que la sensación de estar definitivamente atrapado” en esta relación de pareja, si se trata del hijo primogénito. Continua expresando que otro momento clave del siclo vital lo constituye la muerte de los padres. La RE puede relacionarse con un intento de “tapar” sentimientos de soledad, dolor y tristeza. Hay otro momento clave que coincide con uno de los “tipos” de RE descritos y corresponde al tipo de “nido vacío”. Cuando los últimos hijos abandonan el hogar paterno y la pareja se encuentra frente a frente sin interferencias, muchas veces marido y mujer descubren que en el intermedio existe sólo un gran vació. La pareja matrimonial es inexistente. Muchos hombres alrededor de los 50 años se implican en una RE y se divorcian en esta situación. Es el único punto estadístico a nivel de edad dónde los hombres suelen ser iniciadores de la separación con más frecuencia que las mujeres.
Entonces, recapitulando, si tenemos que el estado emocional y psicológico de una futura madre es fundamental para el nonato y que cuando las mujeres se encuentran en estado de embarazo, es un momento clave en la vida de pareja (aún  en las estables) en el que se presenta con mayor frecuencia una relación extramatrimonial por parte del esposo de esta y que la sospecha o conocimiento que pudiera llegar a tener la esposa de la infidelidad de su esposo puede ser de tal manera grave que altere por completo su estado de salud psicológica es posible que la mujer llegue inclusive al rechazo total del hijo en gestación, generando un sentimiento de ira y desprecio hacia el propio hijo. Para ejemplo cito un caso real que expone la terapista mencionada en líneas anteriores:
“Mi madre supo por primera vez que mi padre tenía una amante cuando estaba a punto de darme a luz, después hubo varias relaciones más, pero esta primera vez yo estaba en su barriga, el shock, la ira, la inmensa decepción transformó su alegría en total rechazo, si hubiera podido abortar, lo hubiera hecho con toda seguridad, simplemente me echo la culpa de lo que paso, yo ya no hacia ninguna falta, finalizo su embarazo de una criatura que según ella había concebido como símbolo y culminación del amor entre los dos, se convirtió en su opuesto. Yo era, en el sentido literal de la palabra, una simple carga pesada, su vientre cada vez mas redondo no la hacía bella y femenina, sino deforme, asexual y no deseable, por eso mi padre se acostaba con otra mujer”

1 comentario:

  1. https://tightwriters.com/como-multiplicar-y-dividir-numeros-positivos-y-negativos/
    El médico forense comienza a jugar su rol en la inspección externa del cadáver, con los objetivos de determinar la fecha de la muerte, realizar un estudio en el lugar del suceso y determinar si el lugar del hallazgo se corresponde con el de la muerte, efectuar la autopsia médico legal y proceder a la inspección del cadáver. Así, en la inspección del lugar del suceso, el médico forense participa en la revelación, recolección y extracción de pruebas.

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