Despues de escuchar de viva voz los relatos de al menos cinco mujeres que fueron víctimas de la violencia a manos de sus parejas sentimentales me di cuenta de que se trataba de el mismo guión, solo que los personajes eran diferentes; claro que despues de ver las estadisticas del INEGI, las que refieren que 47 de cada 100 mujeres en Mexico son maltratadas, me puse a pensar: "si en mi oficina somos 10 mujeres, significa que almenos cuatro somos , fuimos o seremos maltradas "NOOOO!!!" ESO NO LO VOY A PERMITIR!!!! mientras yo pueda recopilaré y dibulgaré, historias y testimonios de mujeres que valientemente libraron este tipo de batallas. Algunas parecer an historias de terror, sin embargo me comprometo a escribir solo historias que brillen con la luz de la esperanza, que alimenten la fe en la fuerza interior que habita en cada mujer, que les muestre el camino a aquellas mujeres que estan todavia en tinieblas y seré el testigo fiel de la Victoria de Valerosas Mujeres, Madres, Hijas, Hermanas y Amigas.
¡Dadme Libertad o Dadme la Muerte!, es la famosa cita que se atribuye a Patrick Henry, pronunciada ante la convención de Virginia el 23 de marzo de 1775.
Esta famosa frase describe a la perfección, el sentido de la decisión que Yo tomé hace tres años exactamente, después de los 236 años de que se pronunciaran esas palabras por la impotencia de un hombre que quería iniciar la batalla contra una tremenda injusticia; incontables fueron el número de veces que desde lo profundo de mi interior, tambien, saliera ese lastimoso clamor de LIBERTAD, mi espíritu anhelaba ser libre del odio, libre del dolor, libre de la humillación, libre de la violencia y la ira de un hombre perverso.
Durante casi siete años viví sin vivir, mi única motivación eran los dos hijos que procree durante esa unión que dista mucho de haber sido un matrimonio, mis dos hijos fueron durante esos años obscuros y fríos, mi única motivación, mi espíritu hipotérmico solo recibía el calor humano que me daban esos pequeños cuerpecitos que se formaron dentro de mi, mi alma famélica solo se alimentaba de sus risas y ocurrencias.
En apariencia éramos una familia normal, inclusive más que normal, con un esposo y padre, una esposa y madre, dos hijos, en una casa con tres recamaras, dos baños, un carro y un perro.
Dentro de esa casa amarilla, viví situaciones muy dolorosas y tristes; irónicamente absurdas; absolutamente violentas y definitivamente, totalmente inmerecidas.
Me costó mucho trabajo salir de ahí con vida; de verdad llegue a pensar que pasaría el resto de mi vida al lado de ese hombre, que con su doble fachada, había logrado engañar a muchos; un día, cualquiera que haya sido, me resigné a que así serian las cosas hasta que uno de los dos muriera o hasta que mis hijos cumplieran dieciocho años, por alguna razón todavía desconocida para mi, en mi mente se había fijado la modalidad de mi sentencia, esta sería a muerte o de 18 años, lo que ocurriera primero.
Hundida en una profunda depresión, inducida por tanto rechazo y lo era en todos los sentidos, físico, emocional y psicológico que alcanzaba los niveles de la tortura mas cruel, hasta llegue a creer que yo era la que estaba interpretando todo mal, que yo era en realidad una mala esposa, mala madre, una mujer inservible y pendeja; como a diario durante seis o más años se lo escuche decir a quien en una época había amado y entregado mi vida y patrimonio; fue por eso que el nivel de la traición es inmedible, es incalculable la perdida, cuando una vez que la trampa se cierra, la captura está asegurada y la presa sometida por la vulnerabilidad del embarazo, el depredador se deja ver con todo su horror. Con mi primer hijo en mi vientre lloré amargamente mi desilusión durante años, hasta que un día mi hijo mayor, ya crecido, se me acercó y con sus dos manitas tapó mis ojos llorosos, diciéndome: Mami ya no llores, yo si te quiero y me besó.
DIOS!!! cuánto dolor pude resistir sin desintegrarme ahí mismo, cuánto daño puede causar un humano a otro, sin el menor remordimiento, sin la mínima compasión por su mujer, esposa y madre de sus hijos. Ahora sé con certeza, que ese hombre nunca me atribuyó ninguno de esos calificativos; aun en fechas recientes ha intentado, aunque sin éxito, anularme ante la presencia de mis hijos y los ojos del resto del mundo; la diferencia de entonces al ahora; es que HOY estoy en pie de lucha, firme y protegida con la armadura impenetrable del amor de mis hijos, mi familia y amigos.
Hace tres años hoy, 23 de marzo, un domingo de resurrección, mi espíritu indestructible, mi alma inquebrantable y mi valeroso hermano; me salvaron de la fatalidad que envolvía mi vida, con un esguince cervical y mis alas rotas, aún a pesar de la total devastación de mi autoestima y la aniquilación sin piedad de mi femineidad e inocencia; RESURGÍ DE LAS CENIZAS!, NACÍ DE NUEVO!