La mujeres de mi generación que estamos en las cuatro décadas, definitivamente nos hemos creído el cuento del “tiempo de calidad”, “ser amigo de nuestros hijos” y muchos más. Lo que en mi experiencia puedo aportar es que ser mamá no sólo es una bendición sino que es una fortuna que debemos de atesorar. Es toda una experiencia, a veces difícil y otras muy gratificantes.
Coincido con el Dr. Scott Peck, a nuestros niños hay que admirarlos, cuidarlos y sobretodo amarlos, quien mejor puede hacer esa tarea sino su propia madre y hacerlo no por cumplir con nuestro deber sino por amor. En lo personal, puedo afirmar que amo a mis hijas y que comprendí lo que es el amor incondicional en el momento en que me convertí en mamá, lo vivo día a día, son mi prioridad.
En cuanto al tema que nos ocupa de la famosa calidad de tiempo, no creo que exista escala para medir cuánto es suficiente para que nuestros hijos se sientan amados, pero creo que son ellos los que nos ayudan a monitorear la cantidad y calidad de tiempo que debemos darles. En mi caso, a diario trato de encontrar el punto de satisfacción del cliente, que en este caso son mis hijas. Soy mamá de dos niñas, la menor que consume la mayor parte de mi tiempo (aun es muy pequeña) y la mayor (que ya entra en la adolescencia) que es mas independiente y a veces soy yo la que ruego por un poco de su tiempo; pero finalmente con sus diferencias de edades y necesidades, las dos ocupan no sólo de mi tiempo sino de mi atención. En ocasiones me es difícil encontrar el equilibrio en buscar la manera de repartirme entre lo cotidiano, las preocupaciones y las ocupaciones que uno tiene que resolver o el cansancio que como cualquier persona puedo sentir, inclusive la necesidad misma de darme un espacio para cargar las baterías y seguir adelante; y otras veces es me resulta muy gratificante y divertido el gozar de sus ocurrencias, escucharla reír cuando lee su face book, ver una película juntas, platicar o simplemente admirarlas y verlas crecer.
Creo que hemos dado una interpretación, conveniente o no, a la calidad de tiempo como si se refiriera a que no importa si es poco o mucho pero que sea muy divertido. En mi trabajo me relaciono en un 98 % con madres de familia y he escuchado a algunas cómo disfrutan convivir y formar a sus hijos y a otras que lamentablemente se expresan con una pesadez, como si fueran un lastre que tienen que llevar consigo o con el egoísmo de hacerlos a un lado por su beneficio personal. Si la calidad de tiempo la valoramos en función de cada momento que compartamos con ellos y la calidad con la que se los ofrecemos, desde el atenderlos cuando se despiertan, llevarlos al colegio, apoyarlos en sus tareas, conocer y convivir con sus amigos así como también de esa parte divertida que tenemos como papás, en la que nos podemos olvidar de las reglas y la disciplina. Si juntamos la calidad de todos esos pequeños momentos nos van a dar una presencia permanente, no importa si somos mamás de tiempo completo o de medio tiempo lo que importa es que sepan que estemos o no físicamente con ellos, pueden tener la confianza de que estamos en el momento que nos necesiten.
Las invito a que vivamos la riqueza de compartir el tiempo con nuestros hijos, a disfrutarlos y sobretodo a amarlos, eso es lo que nos va a ayudar a armarles sus alas para cuando llegue el momento puedan volar como seres fuertes, libres y felices.
Libra y Libre! Bienvenida, estoy segura que tus aportaciones serán muy valiosas, me gustaría mucho; si tu quieres, que nos compartas un poco más de ti, pues trasmites con una gran pasión el tema de la maternidad.
ResponderEliminarYo tambien he conocido mujeres que se quejan de ser madres, tu lo expresas muy bien, como si fuera una pesadez y ¿Que les pesa tanto? preguntaria Yo. Creo que aveces no es la maternidad lo que les pesa tanto; me explico; el otro día leyendo a Laura Gutman, me encontre con unas afirmaciones que la verdad me impactarón en su capítulo "Las Guerras Emocionales" donde refiere que hay una vivencia muy dificil de describir que compartimos casi todas las mujeres cuando nos ocupamos de nuestros hijos y es que ¡ESTE BEBE ME VA A DOMINAR! y explica que esto se debe a que de manera inconciente la madre siente que sus deseos no son compatibles en el mismo terreno emocional que los de su hijo, por ejemplo: El niño quiere jugar y la madre dormir, el hijo quiere comer y la madre ver la televisión. Continúa diciendo que "para que un adulto no tolere la complicidad y la convivencia de dos deseos diferenciados, incluso en presencia de un ser tan amado como es un bebé recien nacido, necesita haber vivido la misma realidad emocional en su primera infancia. Dicho de otro modo, si cuando este adulto fue bebé tuvo que supeditar sus propias necesidades básicas a las de un adulto no dispuesto a satisfacerlo, entonces este individuo aprendió que en el intercambio afectivo solo hay lugar para uno. Y fue a costa del deseo de otro."
Una puede pensar que son mujeres egoistas, preguntar con indignación ¿que carambas les pasa? inclusive etiquetarlas de madres desnaturalizadas; Juzgar es facil.
Lo bueno es que el campo emocional de una madre es siempre terreno fertil para el amor y la comprensión; solo se requiere que esa madre tome conciencia de su rol principal en la vida y que es hacedora de hombres y mujeres felices.